En 1952, españoles crean este lugar de encuentro y buen gusto. Muchos años después don Vicente del Castillo, queda al mando del lugar para mantener la historia y recetas que allí se gestan. Es así como Armando Alfredo, colombiano y un hombre que pasó de ser cliente regular a socio-empresario, lleva ya diez años trabajando al lado de él, años que le han brindado un aire renovador al lugar, eso sí, sin perder la esencia que lo caracteriza.
Aquí los clientes pueden encontrar desde empanadas, hamburguesas de pescado y res, gaseosas, tinto y sobretodo, churros recién salidos bañados en azúcar blanco. Estos son alguno de los productos que allí se ofrecen y mejor venden, gracias al buen sazón y receta secreta del negocio. Lo mejor es que "aquí trabajamos con madres cabeza de hogar", afirma Alfonso.
Dentro de los anécdotas que rodean a este espacio, Alfonso nos cuenta que la genealogía familiar que allí se comparte entre padres, abuelos, hijos; muchos de ellos han crecido al lado de las más antiguas trabajadoras del lugar, tanto así que "cuando eran pequeños tenían que saltar para alcanzar a ver los churros y ahora ya no es necesario, han crecido lo suficiente", nos cuenta Alfonso.
Doña Carmen Sánchez es una de ellas, lleva 40 años en La Castreña y el secreto de llevar tanto tiempo allí, se basa en que "mis patrones me han tratado muy bien". Es así como más que en un negocio memorial dentro de esta gran localidad de agite, negocios, salud, empresas y más, siempre quedará tiempo para probar delicias europeas.
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